Acabo de terminar el visionado de los 12 capítulos de la primera temporada de la serie Sin tetas no hay paraiso, un remake, llamémoslo así, de una telenovela colombiana en la que sus ingredientes principales son el narcotráfico y la prostitución, así como los deseos o anhelos desesperados por alcanzar una vida mejor de un grupo de personajes marcados todo por una vida humilde, en un barrio humilde, con sus cosas buenas, pero sobre todo, con las malas.
Debo decir, de entrada, para qué dilatarlo más, que la serie me ha gustado. Creí que iba a ser peor, pero me ha mantenido enganchado durante las dos o tres semanas que he tardado en ver todos sus episodios. Me gusta, porque conserva ese regusto a telenovela latinoamericana,en cuanto a trama y personajes tipo, pero castellanizada y modernizada.
Catalina Rivera es una chica de unos 18 años de edad que de la noche a la mañana se enamora perdidamente de Rafael Duque, amigo de la infancia de su hermano Jesús, quien marcará a 'jierro' y para siempre su vida. Hasta aquí, todo parece normal o convencional, de no ser por que el Duque es un afamado narcotraficante, que domina el negocio de la droga en España. Este es el centro de una compleja tela de araña, la trama, en la que el resto de personajes, cual arañas, se van moviendo en torno a los personajes protagonistas. Por una parte, la familia de Cata, su madre y hermano que harán todo lo posible por separarlos. Por otras, las amigas de Cata, las 'super nenas' del barrio, Cris, Vane y Paula, que harán todo lo posible por salir de la miseria en busca del paraiso, no descartando para ello, para cumplir su sueño, el vender su cuerpo. En este sentido, cobra protagonismo, Jessi, una chica con pocos sentimientos, porque la ambición se ha apoderado de todo su cuerpo, y que se convertirá en la mecenas de las chicas y un hombro en el que apoyarse el Duque.
La trama se completa con los entresijos del negocio de las drogas y los socios de Rafa, que salpican al resto de los personajes, y en el que interviene un cuarto factor: el inspector Torres y sus policías, un hombre compulsivo y metódico que hará todo lo posible por atrapar al Duque.
Una serie de éxito en España, motivado en gran parte, por qué negarlo, por la figura de su protagonista, Miguel Ángel Silvestre, que se ha convertido en todo un sex symbol de la pequeña pantalla, copando una semana sí y otra también la portada de las revistas de sociedad. Aunque, y es mi modesta opinión, su papel de narcotraficante no le favorece nada. El sexappel de La Distancia, peli en la que interpretaba a un boxeador oscuro, ha caído en picado con sus trajes negros, la voz de El Padrino y ese cigarro y copa en la mano. Pero sobre todo la voz aguardientosa. Lo avejenta y da una imagen bastante sucia y turbia de él... Aunque me sigue pareciendo uno hombre muy atractivo.
Silvestre ha prometido una segunda temporada, después de como se han quedado las cosas en la primera, pero de una tercera prefiere no hablar...
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