miércoles, octubre 25, 2006

Showman por una noche

Aún no he asimilado lo que hice el jueves. Sólo sé que a la gente que asistió les gustó o eso dicen en las numerosas felicitaciones que mi partener y yo hemos recibido desde entonces. No tengo más remedio que creérmelo y sentirme feliz por haber hecho bien mi labor como maestro de ceremonias en un acontecimiento tan importante como la gala de clausura de los actos con motivo del décimo aniversario de mi periódico, en el que trabajo, La Semana. Debo reconocer que en un primer momento no me atrevía a hacerlo cuando lo plantearon en la redacción. Este que les escribe, aunque no lo parezca, es un chico tímido y muy paradito a la hora de lanzarse a proyectos de este tipo, pero acepté, porque sabía que me podía arrepentir...
Una de mis mayores preocupaciones era ¿y qué coño me voy a poner yo para la gala? De nuevo mi baja autoestima y mi falta de confianza en mí mismo volvieron a quedar en un segundo plano cuando tras dos voltios por el centro de Sevilla, ya se sabe, H&M y Zara, di con mi vestuario perfecto, otro de mis grandes aciertos, por lo informal y guapetón que iba. Chaqueta negra, camisa blanca, los únicos vaqueros de HyM que me entraban y unas zapatillas, lomenos glamouroso y barato, de Carrefour, aunque también una chulada.
Con todo mi uniforme puesto y un guión casi aprendido salimos a escena y lo que allí pasó no puedo trascribirlo porque no me acuerdo. Las emociones del momento y los nervios pertinentes me hicieron ir sobre una nuebe durante la hora y media de gala de la que sólo me quedo con la complicidad del público y la buena aceptación de nuestros chistes y puntos cómicos.
Ya pasó, ya sólo quedan los recuerdos y una amplia gama de fotografías, pero me alegro que por una vez se reconozca elpapel y la importancia de La Semana en una ciudad tan veleta como Dos Hermanas.

1 comentario:

Manolo Lay dijo...

¡Qué te voy a decir que no te haya dicho ya! Bueno, sí, que eso de que Dos Hermanas es una ciudad veleta me parece acertada: Dos Hermanas es una veleta con forma de gallo que siempre apunta a la misma dirección... hasta que un viento montuno la revolotee por la izquierda y le quite el óxido y le ahueque las alas y le ablande la cresta. Tal vez entonces al gallo se le ponga la piel de gallina. Cuando eso ocurra, tu mesa camilla se convertirá en una cama redonda, jaja.