
Pero con Craig todo cambió para mí respecto a este tipo de películas y debo reconocer y reconozco que aguanté como un javato delante de mi televisor durante más de dos horas con las aventuras y desventuras del rubio más duro de la corte de su majestad la reina.
Nadie apostaba un duro por este actor británico, eterno secundario, y que aún no había dado su pelotazo interpretativo. La cogieron con el muchacho y no lo entiendo, una vez visionada la cinta, al ver como se gana Craig su personaje con sangre, sudor y lágrimas. No he visto nunca, a excepción de la boda de Amanda en Dinastía, un señor enchaquetado o esmoquinado luciendo mejor los rasguños, heridas y manchas de sangre en su camisa blanca. Cuánto salto, cuánta pelea y hostia bien dada a los malos de la película, y que angustia pasé cuando por poco pierdo a mi Dani por culpa de un envenenamiento o accidente mal dado. Impresionante la escena de la partida de poker en el casino (por algo se llama Casino Royal) y más impresionado y para el recuerdo, siempre quedará grabado en mi retina, la escena de Craig o Bond, como prefieran llamarlo, ya que le da lo mismo, saliendo de una playa de Haití... Sin palabras y a la espera del ya anunciado Bond 22.
Craig anuncia muchas más escenas de acción y saltos de altura, pero alguien me ha chivado, no está contrastado aún, que en esta entrega Bond tiene un affeire o tonteo homoerótico(vete tú a saber). Esto sería el acabose, la gota que colmó el vaso o la lágrima que cayó en la arena para encumbrar al más alto pedestal de los dioses al agente más enigmático del celuloide en la persona de mi Sir Craig, Sir Bond.
1 comentario:
Y a mí que no me termina de convencer este Bond tan musculado y perfecto... El de la licencia para matar tiene que ser más flemático, más como Pierce Brosnan o como, por supuesto, Sean Connery. Soy clásica, hijo, qué le vamos a hacer. Claro que no le haría asco a esos pectorales... uhm.
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