miércoles, mayo 03, 2006
Volver a Conil
Conil es un sitio idóneo para volver y aprovechando el pasado puente del día 1 de mayo cogimos las maletas y nos fuimos de playa. Se puede decir que Conil es como una segunda casa para mí, ya que durante muchos años de mi infancia pasé en este recoleto pueblo de cal y mar buena parte del verano. Ya tenía ganas de volver y, sobre todo, de compartir con la persona que más quiero en estos momentos los rincones conileños que tantos recuerdos mantienen guardados entre sus paredes. Nada más entrar en el pueblo son muchas las sensasiones que recorrieron mi mente. Por un instante y sin necesidad alguna de máquina del tiempo retrocedí como que casi 20 años cuando en verano hacía la misma entrada en el pueblo pero o bien dentro de un pequeño seat 127 o mas tarde en el nuevo seat ibiza de mi padre. Conil siempre será para mí un cámping, un huerto, será Pedro, esté donde esté, sus tomates y demás frutas y hortalizas, sus cuestas, las fuentes para llenar las garrafas de agua, los cubos de hielo, una cometa de payaso volada a media tarde, las sultanas de coco, el levante que, hasta en Conil, tiene arte, mar, sol, pescado asado...
Además de este tan esperado encuentro con la infancia, el viaje también ha servido para conocer, que tambíén tenía bastantes ganas, la zona de las calas de poniente en la urbanización Roche. Mucho había leído y oído sobre esta zona y la verdad es que no me ha defraudado. En concreto, hemos podido visitar dos calitas, la del Tio Juan de Medina y la del Faro; dos paisajes igual de bellos pero muy dispares. A la primera de ella fuimos el domingo por la mañana. Con un ambiente familiar y escasamente nudista la apariencia de este enclave era muy bello y la pureza y claridad de sus aguas, sorprendente. Pasamos una mañana muy agradable, pero el resto del tiempo lo invertimos en la cala del Faro; una playa mucho más recoleta y reducida en la que las rocas tomaban protagonismo tanto parta acceder a ella como en el mar. Una apariencia natural y salvaje que quizás la hacía mucho más atractiva que la anterior. Lo único negativo es que debido a sus reducidas dimensiones los días de más masificaciones no se puede parar por allí. Recomendable para jirnadas tranquilas entre semana o atardeceres mirando al mar.
Sin embargo una de las cosas que más nos ha impresionado en la zona alta de las calas en un parque natural es la presencia descarada de hombres solitarios que pasean entre la maleza esperando una oportunidad y que a veces te pueden hacer caer en la tentación...
En definitiva un fin de semana inolvidable de sol y mar en el que mi chico y yo por fin hemos cambiado la tienda de campaña por otro tipo de alojamiento más cogedor y la experiencia ha sido muy favorable. Habrá que esperar una nueva oportunidad para volver, porque nos ha encantado...
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