domingo, febrero 11, 2007

Padre e hijo... ¿Me equivoco?

Hoy ha sido un día muy completo y eso que aún no ha terminado y nunca sabe uno cólmo le puede sorprender eso que algunos han dado en llamar destino y en el que, como en todo, unos creen, mientras que otros se confiesan agnósticos.
Domingo, 11 de febrero. Jornada oscura y no demasiada fría que ha guiado mis pasos ha primera hora de la mañana a mi ciudad de residencia en los últimos 27 años. Allí, un señor, que todos conocen, un tal Zapatero daba un mitin político sobre la autonomía y sus estatutos. No, no crean que soy masoca y que me aburro los domingos por la mañana tanto que me empujan a rodearme de un grupo de personas de edad avanzada con banderitas y bocadillos en sus manos mientras alaban a un político como si del líder de los Rólling Stone se tratase. No, lo mío era por gajes del oficio, del de periodista, claro.
14:16 horas. Con un bocadillo de salami en mi mano y muchas ganas de llegar a casa y disfrutar de mi tarde de domingo libre, cojo un tren en la estación de Dos Hermanas que me va a llevar hasta Sevilla. Almuerzo con el amor de mi vida, algo de paella y poso asado, y mientras hago la digestión y redacto la crónica del mitin, una brillante idea me sacude la cabeza con el fin de sacar del obstracismo a un día que cada vez apuntaba más oscuro: ¿por qué no vamos al cine? ¿Shortbus, quizás?
Cita a las 19:05 horas en el Cine Avenida. La peli trata de las relaciones entre un grupo de personas, tanto sexualmente como sentimentalmente, sobre todo, lo primero. Con una riquísima palmera en el cuerpo y con un paraguas, por si las moscas, nos plantamos en el citado cine, donde un grupo de niños protagonizan la anécdota de la tarde. "Padre e hijo... ¿Me equivoco?", dijo una de las menores, por cierto bastante pija, a nuestro paso. "Te equivocas", le respondí muy friamente. A la vuelta,mi amigo/amado y yo escuchamos: "son la pareja perfecta para ser gays". La verdad es que no sé si me flipo más lo primero, el que me comparasen con el padre de mi amor y a él con mi hijo, o lo segundo, que una niña, ¿de seis años, quizás?, dijese eso y se quedase tan tranquila...
En fin, que nos metemos en una pequeña sala de cine, rodeados de extranjeros, gays, y gente muy alternativa, para ver una película que durante hora y media te intenta hacer ver que el sexo es lo más normal del mundo, que todos tenemos pollas y coños, que se pueden mostrar sin pudor, y que nos corremos y tenemos o no orgasmos y no pasa nada... Las carreras siguen

1 comentario:

Manolo Lay dijo...

Bueno... mmm... en realidad, tanto lo que viste por la mañana como lo que viste en la peli tienen algo en común: ambos tienen mucho de "actos" y de "actuaciones", jajaja.