lunes, junio 30, 2008

Your Majestic, Enrique VIII

Crees que conoces la historia, pero sólo sabes como acaba. Para llegar al corazón de la historia hay que remontarse al comienzo...

Y así es como empiezan todos y cada uno de los capítulos de Los Tudor, una serie sobre la vida del rey Enrique VIII de Inglaterra, cuya primera temporada acabo de terminar hace unas horas. ¡Qué me gusta una ficción de época, un traje largo y vaporoso, los corsés con esas tetas que parecen que se van a caer del frutero...! Me hubiese gustado, por una parte, vivir en una corte de esas y lucir esas prendas tan ricas en tejidos y barrocas en sus diseños, tanto para hombres como para las mujeres. Porque vaya los modelitos que me luce Jonhatan Rhys Meyer, sin olvidar los collares tan ostentosos que lucían los hombres. Para que digan que las joyas son cosas de mujeres y de mariquitas. ¡Incultos!
Me dicen y me aconseja que la serie se ciñe muy poco a la realidad, que se pasa la historia a la torera, pero no debemos olvidar que aunque trate sobre un personaje real y una época, es un trabajo de ficción y la ficción se puede permitir estas lisonjas. Empezando por la imagen del propio monarca que da Rhys Meyer, joven, atractivo, poderoso, seductor y mucho más complejo y fascinante que la tradicional imagen del orondo soberano de barba roja.
La primera temporada de Los Tudor, que creo que hasta la fecha sólo cuenta con dos temporadas grabadas, se centra en el momento de la historia en la que Enrique se da cuenta que su matrimonio con Catalina de Aragón (uno de mis personajes favoritos, que prestancia y que elegancia de reina, Dios), esposa de su fallecido hermano Arturo. Una situación que se precipita con la entrada en la corte de la bella Ana Bolena, cuyo padre y tío, dos grandes lores, hacen todo lo posible para metérsela por los ojos al monarca. Este es el epicentro de la historia, en la que también cobran protagonismo el ambicioso Thomas Wolsey, cardenal que guía los pasos de Enrique, su confesor y mentor; las crisis reformistas de la religión, o los conflictos con Francia y su rey Francis y España, con el Emperador Carlos V.
La verdad es que este tipo de series engancha, porque vaya los tejemanejes que se traían en la corte en aquella época. Yo no me imagino al Rey Juan Carlos así en La Zarzuela, con esos consejeros, esas intrigas y esos amoríos de palacio. Vamos que aquí cobra fuerza el dicho de que cualquier tiempo pasado fue siempre mejor.
De la primera temporada me quedo, como ya dije, con las apariciones de Catalina de Aragón, que es como Juana Reina sobre un escenario, o con Enrique VIII en el último capítulo, en el que nos muestra al soberano sofocando sus fuegos internos y ni en estos momentos los reyes disfrutaban de la soledad que requiere un acto similar. No, estaba acompañado por un sirviente que le sujetaba el paño con el que debía limpiarse. Brutal y una duda, en la época de Entique VIII ya se decía la expresión "me corro" o es un fallo de los subtítulos....

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tres intiresno, gracias