En esta mañana de domingo de enero, fria y nubosa, he estado leyendo en prensa algún que otro reportaje interesante. Uno de los géneros que más priman en la prensa dominical con el fin de entretener al avezado lector en busca de algo que llevarse a la vista en las tranquilas mañanas de domingo. Entre tanta página impresa(qué gusto dar leer la prensa en papel cuando habitualmente la miro en la red) me he quedado para comentar en la mesa camilla con un reportaje sobre la bautizada como Generación Nini.
Para Miguel Delibes, en su novela Las Ratas, Nini es el nombre de uno de sus protagonistas, un niño que sobrevive en un entorno hostil con la rebeldía callada.
Con esta explicación es lógico que este nuevo concepto haga alusión a esa generación de jóvenes que en un entorno complicado u hostil, por qué no, sobrevive a su manera, de una manera pasiva marcada por la desmotivación e inactividad, como su filosofía de vida.
Según recogía el artículo, la Generación Nini, son jóvenes de 18 a 31 años, que no trabajan ni estudian, y ven su futuro de una manera conformistas, sin proyectos que los ilusione. Un sector de población, el de los jóvenes, que supone apenas el 14 por ciento de la piramide poblaciones, de los que casi la mitad asegura no coger un libro, para leerlo, en un año, pero la inmensa mayoría asegura tener un móvil y, cada vez, a una edad más temprana.
Son jóvenes que se han criado en la comodidad y en la riqueza, con unos padres que han hecho todo lo posible para que a sus hijos no les falte todo lo que a ellos les faltó en su adolescencia. Este hecho ha propiciado, según los expertos sondeados, que muchos de estos jóvenes vean el domicilio familiar como una panecea de la que no se sueltan ni con agua caliente.
La situación, lejos de alarmar en una tarde de domingo, es alarmante, válgame la redundancia. Además es una situación palpable y que se ve por la calle. Esa nueva camada de jóvenes, en la que, por edad, aún me incluyo, que deambula sin un rumbo fijo. No saben que hacer con sus vidas, no sólo en el ámbito laboral, incluso en el terreno sexual, ya que parecen estar de vuelta de todo, de probarlo todo. No tienen valores, al menos el primordial, el del respeto, y este hecho provoca situaciones lamentables, como el vandalismo, arrasando a su paso con todo lo que encuentran a su paso sin valorar el daño personal o material que puedan provocar con sus actos. Total, si esto lo paga papá...
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