Cine en casa (y IV)
Si Fassbinder levantara la cabeza se quedaría tranquilo con ver, al menos, llevada al cine, gracias al trabajo de Francois Ozon, su obra Gotas de agua sobre piedras calientes, una pieza teatral del original creador alemán que nunca vio la luz de los focos del teatro. Ahora, bueno en el año 1999, se estrenó en cine esta adaptación, que es tan fiel a la pieza original, que su visionado resulta como ver una obra de teatro pero en la pantalla de la televisión. Está estructurada en actos, cuatro concretamente, y tiene una presentación, nudo y desenlace. Además, los hechos ocurren en un sólo escenario, la casa de Leopold, y con una estructuración teatral de la trama en la que los diálogos son los protagonistas de los 80 minutos de película. Interesante, cuanto menos.
La historia se ambienta en la Alemania de los años 60, Leo, un caballero maduro y experimentado, conoce a Franz en la calle, un joven de 19 años e inexperto que no sabe por qué camino tomar: si carne o bacalao al pil pil. De la noche a la mañana se inicia una estable relación entre ambos hombres que con el paso de los meses pone en evidencia el oxidado mecanismo de la cotidianidad repetida que termina como el rosario de la aurora o en una relación en la que hay sometedor y sometido (quizás como una crítica a la sociedad?).
El tangay o la sal de la comida la ponen la entrada en escena de dos ex novias de los amantes, muy peculiares cada una, en su estilo, que serán testigos de excepción de un final inesperado y sorprendente comjo moraleja a una historia que podría definirse como: "lo que mal empieza, mal acaba". Cuando uno juega con el deseo, y este en la película está muy presente, acaba quemándose. O dos son una pareja y cuatro una multitud.
Me quedo con el estilo de la peli, muy pop, tanto en el vestuario de sus actores como en los decorados. Los diálogos son brillantes y las interpretaciones muy buenas. Un canto a la libertad y al amor sin condiciones, así como a la idea de que para querer o convivir con una persona no hay que cambiarla o clonarlas a nosotros, sino adaptarnos los unos a los otros.
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