domingo, febrero 03, 2008

Un clavel español


Cine en casa (y I)

Quiero aprovecha los ratos libres de ocio que me quedan(¡qué dura es la vida del periodista!) para ir liquidando poco a poco todo el cine en DVD que los Reyes Magos, mi cumple y la colección de un periódico han ido acumulando en mi casa.
El sábado empecé con la que he dado a llamar la serie Cine en Casa con una cinta del año 2005, dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón,
Una rosa de Francia. Reconozco y asumo, podéis tildarme de lo que queráis, que esta película llamó mi interés y posteriormente llegó a mis manos por el desnudo integral que el que por entonces era novio de la triunfita Chenoa, Álex González, regala a sus espectadores; como los pollos, por delante y por detrás.
Ahora, la verdad, no me arrepiento de haberla visionado. Además de que es una peli liviana, apenas hora y media, algo que se agradece sobre todo en una época dada a las películas largas e infumables, Gutiérrez Aragón logra con una fotografía, para mi gusto, fascinante, recrear una Cuba atemporal, aunque podamos hablar de la década de los 50. Picassiana las escenas en las que las niñas de Madame se dedican a su aseo público sentadas sobre unos videles, colocados en forma de media luna, dando las nalgas a la cámara mientras entonan canciones francesas.
La película narra la historia de Simón (Jorge Perugorría), un marinero, frío y falso donde los haya, que se dedica al tráfico de personas, llevando en su barco a inmigrantes cubanos hasta Nueva York. En una de estas travesías conoce a Andrés (álex González), un joven emigrante español que quiere triunfar en la vida y seguir el ejemplo de Bruno. Este lo lleva a la mansión de Madame y sus niñas, un grupo de jovencitas formadas para convertirse en señoritas de compañía de señores acaudalados. Allí conoce a Marie, la joven más bella de la casa y la protegida de Simón, de la que Andrés se enamora... Y hasta aquí se puede leer.
En definitiva una peli bonita de ver, con una recreación de Cuba fantástica, y una interpretación por parte de Perugorría y González pasables, demostrando el primero que sigue siendo un latin cubano y el segundo tan sólo un clavel español, de buena apariencia pero poca interpretación.


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