Ya no saben lo que van a vender con tal de vender, que esa es la cuestión con los tiempos que corren. Si ya estábamos hartos, que no creo que estemos, de ver los calendarios que cada año sacan a la luz pública los cuerpos de policía o bomberos de diferentes puntos de la geografía española e, incluso, desde el ámbito religioso, con los curas o religiosos más sexys del Vaticano, ahora le ha tocado el turno al sector del ladrillo.
No es fecha propia de sacar calendarios, con el mes de febrero practicamente en su ecuador, pero empieza a circular por ahí un almanaque de unos obreros de la construcción austriacos. Una buena noticia para festejar que ya ha pasado la cuesta de enero y que nos teletransporta a un mundo onírico, ya que yo me cuestiono si los señores que ilustran con sus ilustrables cuerpos son realmente albañiles de toda la vida o no. Porque, para mi opinión, parecen sacados de un anuncio de Doce&Gabbana. El calendario recoge a estos guapos mocetones en todas las actividades que conlleva los quehaceres cotidianos de un albañil: con la hormigonera, rodeados de escombro, manejando la grúa con el cuerpo resumando aceite y mostrando tatuajes, cargando una bombona de gas, en un andamio, con el pico y pala, jugando en la obra mientras se marca músculo y bañado en sudor.
Ya hora yo me teletransporto otra vez, tras este paseo onírico por el mundo de la construcción, a la realidad que me rodea y me pregunto: ¿por qué los albañiles españoles, andaluces y sevillanos, para más seña, no son así? Aunque hay algunos entre andamios que te hacen soltar un "ay, omá, que rico", pero son los menos. Así que, ¿por qué tenemos que conformarnos nosotros con los señores del bocadillo de chorizo, el cigarro en la oreja y la raja de la hucha al descubierto mientras pone una loza? Dicen los que saben que siempre ha habido clases y las habrá, y, por lo que se ve, en el mundo de la construcción también.
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