De mayor quiero ser como Albacete y Menkes, los directores de
Mentiras y Gorda, que han revolucionado con su última película el panorama adolescente. Aunque realmente lo que quiero es hacer lo que ellos hacen que a groso modo se resume de la siguiente manera: coger a la nueva camada de actores jóvenes más potentes de la pequeña y gran pantalla, desnudarlos y hacerlos que follen y follen todo el rato delante de una cámara. De esta forma, satisfago mis instintos más animales y de camino hago una peli para satisfacer los instintos del público.
Esto, en resumidas cuentas, es lo que pasa en Mentiras y Gordas. Una película que intenta reflejar por enésima vez el mundo del desface de la noche que viven muchos jóvenes cada fin de semana, marcado, según Albacete y Menke, por las drogas y mucho sexo... Viva la libertad sexual.Yo no sabía que la juventud chingase tanto, algo que, por cierto, me alegra.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero son inevitables las referencias a
Historias del Kronem o Más que amor frenesí, entre otras, pero en otra época, aunque, a decir verdad, con los mismos argumentos.
La peli, para que engañarnos, no aporta nada a la cinematografía española que ya no conociéramos o que no se hubiera hecho. Bueno, miento, aporta los esperados desnudos traseros de Maxi Iglesia(Cavano en Física y Química), con su culo peludo, y Mario Casas (Los hombres de Paco), que nos regala también una completa y reiterativa vista trasera; así como varios traseros y un frontal, el único, de Yon González(El internado). El que menos luce, aunque no se queda atrás, es Hugo Silva, cuyo caché, supongo, es más elevado como para ir enseñando el culo. Para los heteros, tranquilidad, las tías tambien lucen cacho, sobre todo mamas a diestro y siniestro. Y es que, además de rayas y más rayas de coca o más y más pastillas, el 98 por ciento de la película son escenas de sexo. Sexo hetero, sexo gay y hasta sexo lésbico. Para todos los gustos. Me quedo con el intento de trío de Casas y González, así como la felación en un cuarto oscuro de este último.
Lo más criticable, un guión cero y nulo, y una pésima actuación por parte de todos estos jóvenes intérpretes a los que le queda mucho por aprender. Resaltar, quizás, por destacar alguno, la interpretación de Ana Polvorosa(la hija de Aída) en su papel de Marina, una chica que descubre su faceta de lesbiana. El resto, deja mucho que desear.
Lo mejor, además de la carne que nos muestra a tocho y mocho, su mensaje concienciador final de "la droga puede matarte". Algo que se agradece, teniendo en cuenta que el público que va a acudir a las salas de cine en tropel es eminentemente adolescente y que la película no se cansa de mostrar gratuitamente tantos excesos y consumo de droga.
Recomendada para los que tengan sueños eróticos con Cavano, Mario Casas o Yon González y para los que deseen las tetas de Ana de Arma. El resto, ir a ver Los abrazos rotos.